Adieu, petite mort

Parece que Magdalena se siente entusiasmada por el Cedrón que descansa justo en la esquina derecha del jardín. Hace poco descubrió que con unas pocas ramas se puede preparar té; años distraída en los placeres coloridos de las canastas y los caramelos en la tienda de don Toño, coleccionando sabores que separaba por color, aroma y duración; tantos experimentos que iban desde los amarantos hasta los frutos de la zarza pasando por la inexplicable dicha del limón y la espinosa tuna.

Antiguo el crepúsculo y mientras aguarda que hirviera el agua, se acerca a la ventana para mirar la humedad en la tierra, con sorpresa hallo su reflejo empañando el cristal, escribió su nombre, giro la perilla de la estufa y dejo caer sobre el agua tres hojas de cedrón previamente inhaladas con afabilidad.

Esta sentada con el codo sobre la mesa, su mano izquierda extendida con delicadeza para soportar en ella la barbilla; lleva puestos los ojos de ayer que miran sin punto fijo, atiende menuda los sonidos que vienen de fuera y el reloj en la pared.
-Que bien sabe el te de cedrón.
piensa, esta mañana le ha conformado el solo olerlo.

Comentarios

Issa dijo…
Como me gusta lo que escribes!..."lleva puestos los ojos de ayer"...eres un genio de las palabras :)

Un abrazo de letras Bler

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